miércoles, 10 de diciembre de 2014

Segundo vídeo (Arvina).

Segundo vídeo.
 
Texto adaptado del capítulo "Arvina":
 
 
 

Salí de Arvina. Me fui convirtiendo en un punto de luz que se perdía fugaz, desvaneciéndose a lo lejos.
 
El asfalto era material noble con la velocidad; uniforme, suave y fosco a la vez, discurriendo por debajo. Escrito entre líneas reflectantes. Perdiéndose en tinieblas. Mis párpados se añoraban. Miré a la derecha, hacia el valle lóbrego de la ciudad. Poco a poco bajé el ritmo y me detuve en el arcén. Esperé. El sonido tomó gravedad y con él se ralentizaba la noción.
 
Permanecí quieto, mirando la industria. Un tren se acercaba por las vías férreas sobre las que transitaba el puente. Apagué el motor. Sonidos repetitivos, metálicos, golpeando a cada paso, cada vagón. Tiempo rítmico, medido, como los propios latidos, la respiración. Apoyé la cabeza sobre los antebrazos. Moví los dedos atacados por el frío. La maquinaria fue pasando lentamente y a la vuelta del silencio, escuché con mayor esmero. El aliento iba acompasado al reloj de pulsera.
 
“El tiempo...
Las agujas finas atraviesan la vida, giran y marcan el tiempo con un goteo inmune. Las horas pasan, los días. Todo es un juego, un muñeco de trapo y alguna magia lúgubre en manos de una entidad que no se puede comprender porque no está hecha para ser comprendida.
Cada aliento se escapa con algo de uno mismo. El recuerdo se gesta a partir de un presente que no existe, es una frontera entre lo que percibimos y lo que no. Corremos de espaldas por un pasillo lóbrego. Tal vez el problema sea la ceguera, el sometimiento, aunque haya luz y camino trazado.
El recuerdo se hace vulnerable y con su pérdida olvidamos nuestro tiempo. Las vidas se miden a partir de recuerdos y su continuidad, sólo eso. Cada noche morimos olvidando para nacer en el universo interior, gestados por ilusiones que son a veces innovadoras. Un sueño de Dios; el gran vientre gestante puede pensar de una forma que se nos escape. Tal vez no piense porque para pensar hay que desconocer.”
 
Me desperecé y retomé la marcha. No quería ser presa del cansancio.
  El viaje se hizo largo.
  Pasé las antiguas aduanas, en desuso. Atravesé los barrios muertos y profundicé cauteloso en las calles dormidas de Omniscia.

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